Isaac Rabin fue, como tantos otros líderes israelíes, un halcón que cambió las armas por la política. Los acuerdos de Oslo, vistos con la perspectiva que da el tiempo, son la jugada maestra de un estratega militar. La matriz de control que suponían sobre el territorio palestino –control de fronteras, movimientos de población, intercambios comerciales, vías de comunicación, acceso al agua…- hacía inviable la posibilidad de “algo” parecido a un Estado. Sólo el área C, de acceso prohibido a la población palestina, representa el 60% de la Orilla Occidental. Ni que decir tiene que la matriz citada sobre el área B –de control conjunto entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)- y el área A –que "controla" la ANP- imposibilita de facto la continuidad y autonomía territoriales. Israel supo vender a su opinión pública la idea –hoy repetida como un mantra- de que, mientras ellos habían sido generosos en sus propuestas, los árabes no quisieron la paz. Si bien es cierto que esta matriz iba a ser temporal, bastaría estudiar cualquier mapa para confiar en las teorías más suspicaces, las que ven en Oslo el inicio de un plan de bantustanización que ha desembocado en la situación actual.
Aunque la historia –con mayúsculas- acogerá a Isaac Rabin como un héroe, su historial militar luce una bandera negra. En el imaginario colectivo israelí se utiliza esta expresión para designar las órdenes militares ilegales –y que, por tanto, habría que negarse a cumplir-, a raíz de una sentencia judicial que recogía que sobre ellas debía ondear una “bandera negra” en señal de su manifiesta ilegalidad. Hay otra historia –con minúsculas- que recordará a Rabin como el “quebrantahuesos”, quien durante la primera intifada, siendo entonces ministro de Defensa, dio la orden de romper los huesos de los niños palestinos que se enfrentaban con piedras al ejército de ocupación. Una especie de túmulo y una placa con su nombre se levanta en el sitio donde fue abatido a tiros, en una esquina de la inmensa plaza. Es un homenaje discreto. Quizá no merezca más recuerdo el responsable de tantos abrazos rotos…
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