Del lugar en el que tenemos razón...

...nunca brotarán
las flores en primavera.
Espero que los versos de Yehuda Amijai acompañen cada entrada a este blog. No sé cuanto durará la idea de publicar los recuerdos e impresiones de un viaje que ha tenido como guía excepcional el libro al que he robado el título para la cabecera del blog. Así que, con permiso del Sr. Dezcallar..., empiezo.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Bandera negra

Un edificio de oficinas de más de diez plantas alberga el Ayuntamiento de Tel Aviv. Pese a los juegos de colores que pretenden sus cristaleras no puede ocultar un diseño de corte soviético. Se abre a una plaza que recuerda, igualmente, las grandes explanadas, esos no-lugares destinados, en su día, a ensalzar a los caudillos del otro lado del telón de acero. Los urbanistas también quisieron reservar aquí un espacio para proclamas, de tal manera que la superficie delante del edificio queda, a modo de plataforma, en un nivel superior al resto de la plaza. De esa plataforma descendía Isaac Rabin el día que fue asesinado tras un discurso a favor del proceso de paz. Aquella “paz por territorios” era vista por los sectores israelíes más ortodoxos como una traición a la que, amparándose incluso en la ley judía, había que oponerse. Según Yigal Amir, el “iluminado” judío ultra-religioso que le disparó, se estaba entregando el país a los palestinos. Cumple cadena perpetua.

Isaac Rabin fue, como tantos otros líderes israelíes, un halcón que cambió las armas por la política. Los acuerdos de Oslo, vistos con la perspectiva que da el tiempo, son la jugada maestra de un estratega militar. La matriz de control que suponían sobre el territorio palestino –control de fronteras, movimientos de población, intercambios comerciales, vías de comunicación, acceso al agua…- hacía inviable la posibilidad de “algo” parecido a un Estado. Sólo el área C, de acceso prohibido a la población palestina, representa el 60% de la Orilla Occidental. Ni que decir tiene que la matriz citada sobre el área B –de control conjunto entre la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)- y el área A –que "controla" la ANP- imposibilita de facto la continuidad y autonomía territoriales. Israel supo vender a su opinión pública la idea –hoy repetida como un mantra- de que, mientras ellos habían sido generosos en sus propuestas, los árabes no quisieron la paz. Si bien es cierto que esta matriz iba a ser temporal, bastaría estudiar cualquier mapa para confiar en las teorías más suspicaces, las que ven en Oslo el inicio de un plan de bantustanización que ha desembocado en la situación actual.

Aunque la historia –con mayúsculas- acogerá a Isaac Rabin como un héroe, su historial militar luce una bandera negra. En el imaginario colectivo israelí se utiliza esta expresión para designar las órdenes militares ilegales –y que, por tanto, habría que negarse a cumplir-, a raíz de una sentencia judicial que recogía que sobre ellas debía ondear una “bandera negra” en señal de su manifiesta ilegalidad. Hay otra historia –con minúsculas- que recordará a Rabin como el “quebrantahuesos”, quien durante la primera intifada, siendo entonces ministro de Defensa, dio la orden de romper los huesos de los niños palestinos que se enfrentaban con piedras al ejército de ocupación. Una especie de túmulo y una placa con su nombre se levanta en el sitio donde fue abatido a tiros, en una esquina de la inmensa plaza. Es un homenaje discreto. Quizá no merezca más recuerdo el responsable de tantos abrazos rotos…

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