Del lugar en el que tenemos razón...

...nunca brotarán
las flores en primavera.
Espero que los versos de Yehuda Amijai acompañen cada entrada a este blog. No sé cuanto durará la idea de publicar los recuerdos e impresiones de un viaje que ha tenido como guía excepcional el libro al que he robado el título para la cabecera del blog. Así que, con permiso del Sr. Dezcallar..., empiezo.

viernes, 21 de agosto de 2009

Tradición y religión

Cualquier ciudad merece una visita a su mercado. Tel Aviv cuenta con Ha-karmel que, con su aire típicamente mediterráneo, viene a recordar a sus habitantes la localización geográfica de su país. Y es que Israel parece obstinado en justificar la influencia europea de su cultura, negando en el intento su actual enclave: un brazo de tierra entre el desierto y el mar, inmerso -mezclado y traspasado hasta donde lo han permitido- en una cultura árabe.
Ha-Karmel es un inmenso mercado en el que, a primera hora de la mañana, ya se pueden comprar los diferentes panes, frutas, verduras y esa variedad de quesos frescos por los que aquí sienten devoción. A la caída de la tarde continúa la actividad, en este caso, el frenético desalojo de los desperdicios. Unos ojos acostumbrados -quizá no de manera consciente- a cánones occidentales de limpieza e higiene, se sorprenden ante el discurrir de aguas sucias mezcladas con restos de verduras y frutas podridas, plásticos y cartones de embalaje, acompañados por una cohorte de felices gatos. Aquí no se recicla nada, imagino que la recogida selectiva de residuos no está entre los principales problemas nacionales...
En paralelo a una de las entradas al mercado -desde la calle Allenby- se instala ocasionalmente un mercado de artesanía. De entre todos los objetos artesanales que se pueden adquirir, ocupa un lugar especial la mezuzah (mezuzot en plural): un pequeño recipiente que guarda un texto de las Sagradas Escrituras. Se sitúa a la entrada de las casas -hasta en las puertas de las habitaciones de los hostels había- como un elemento de protección. Paseando entre los originales diseños -es de suponer que se trata del regalo "estrella" entre autóctonos y turistas- me acordé de lo que Richard Dawkins opina de la religión. En sus orígenes los mezuzot venían a recordar al morador de la casa su conexión con Dios y su herencia judía. Ahora, convertidos en un elemento decorativo, parecen haber pasado a formar parde de la tradición judaica y perdido su carga religiosa. Pero es un espejismo porque, como dice Dawkins, cuando la religión se disfraza de tradición es que ha ganado la batalla, pura superstición. Eran muy bonitos pero no compré ninguno.

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