Del lugar en el que tenemos razón...

...nunca brotarán
las flores en primavera.
Espero que los versos de Yehuda Amijai acompañen cada entrada a este blog. No sé cuanto durará la idea de publicar los recuerdos e impresiones de un viaje que ha tenido como guía excepcional el libro al que he robado el título para la cabecera del blog. Así que, con permiso del Sr. Dezcallar..., empiezo.

sábado, 22 de agosto de 2009

Un país, dos ejércitos


Lo primero que llama la atención cuando llegas a Israel es la presencia en las calles de ortodoxos y militares. El servicio militar es obligatorio, durante tres años para los hombres, uno menos para las mujeres. Además, ellos pasan a la reserva hasta cierta edad que, dada la historia del país, casi garantiza que todos los varones israelíes han participado en operaciones militares “reales”. Un judío de origen argentino con quien charlamos una noche nos contó que tras su mili se pegó un año de viaje –y no sólo en sentido físico- a la India: debe de ser relativamente habitual este tipo de huida para descomprimirse de la disciplina castrense. No obstante, el ejército es la institución más valorada por la población y, teniendo en cuenta la composición tan heterogénea de la sociedad israelí, se le atribuye un importante papel de cohesión. Sólo la población árabe –por aquello de no tener que disparar eventualmente contra sus hermanos (¡hay qué ver qué detalle de las autoridades!)- y los ultraortodoxos –poco dados ellos a los asuntos terrenales- están exentos de cumplir con una patria con la que, por otra parte, ni unos ni otros y por muy diferentes motivos, probablemente se identifiquen.

Si los militares representan al ejército israelí –en sus orígenes, referente del movimiento sionista, laico y de izquierda- , los ortodoxos constituyen, a su vez, la fuerza de choque del otro ejército, el judío. Si bien, estos papeles se están mezclando y ya es habitual la imagen, en otros tiempos impensable, de lo que se conoce como halcones con kipá. El ortodoxo, en todas sus variantes, el de solideo o con sombrero de fieltro, con americana o gabán negros, luciendo el talit sobre los hombros o anudándoselo a la cintura…, es una figura seglar pero, curiosamente, su contundente presencia, su exagerada visibilidad…, hacen de la religión un elemento en constante primer plano.

El miedo a que les quieran hacer desaparecer en su condición de judíos justifica la existencia de ambos ejércitos: con aquél me defiendo, con éste me reafirmo. Así, se ha querido basar la identidad de un país en la superioridad que da la fuerza y en una –difícilmente explicable- condición judía. La primera, es propia de regímenes totalitarios; la segunda, es una puerta abierta al racismo y la exclusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario