Del lugar en el que tenemos razón...

...nunca brotarán
las flores en primavera.
Espero que los versos de Yehuda Amijai acompañen cada entrada a este blog. No sé cuanto durará la idea de publicar los recuerdos e impresiones de un viaje que ha tenido como guía excepcional el libro al que he robado el título para la cabecera del blog. Así que, con permiso del Sr. Dezcallar..., empiezo.

lunes, 31 de agosto de 2009

Jaffa


Jaffa es como una vieja dama noble, elegante pero decrépita. Se puede llegar a ella paseando por el frente de mar de Tel Aviv o atravesando el barrio fabril de Florentine, donde se mezclan carpinterías industriales con almacenes mayoristas de todo tipo de mercancías. Antes de alcanzar la plaza del Reloj –éste parece estar intimidado, como si no quisiera llamar la atención en medio del intenso tráfico- se deja atrás la primera muestra del esplendor que un día debió de lucir: un enorme caravasar en ruinas, abandonado, cuando no reconvertido por la necesidad en improvisados e insalubres “apartamentos”. A partir de aquí, puedes adentrarte en la vieja Jaffa por dos caminos que muestran historias muy distintas de la ciudad.

La calle Jeffet quiere sonreír con su bullicio: las primeras pescaderías que vemos (curioso, estando en la costa), panaderías y franquicias de falafel dan la bienvenida a los turistas. Por el este se van abriendo calles cuyos nombres recuerdan los antiguos caminos hacia los que imaginas se conducirían las caravanas –Jerusalén, Nablus, Damasco…-, ahora pobladas de tiendas de alfombras, quincallería, objetos religiosos y pequeños cafés donde se apiñan, buscando la sombra, cuadrillas de ancianos. La aparente despreocupación no esconde, sin embargo, las huellas de un tiempo en que se detuvo la historia de esta ciudad. En 1948 más de treinta mil palestinos abandonaron Jaffa, por tierra y por mar, ante la campaña de terror que el Irgún –los comandos paramilitares de Menahem Beguin, luego Nobel de la Paz- se encargó de extender. Todavía hoy, a uno y otro lado de la calle, encima de esas mismas pescaderías y panaderías, se abren amplios ventanales de estilo gótico levantino por los que no asoma nadie. Son las casas de los comerciantes árabes que huyeron de la Naqba. Como un macabro juego de espejos, lo que para la épica historia israelí es su guerra de la Independencia, los árabes lo designan, sencillamente, como "la catástrofe".

Las autoridades se han encargado de diseñar un recorrido alternativo hasta el casco viejo de Jaffa, evitando esta incómoda visita al pasado. Desde el punto más alto de este brazo de tierra sobre el mar, puedes perderte por callejuelas –a cual más coqueta- y acceder a los antiguos edificios restaurados y ahora “repoblados” con talleres de artistas. Con los colores del atardecer una pareja de novios posa para las fotos del día más feliz de su vida. Les sonreímos en señal de enhorabuena y se echan a reír, aclarándonos en inglés que sólo son modelos. Todo aquí es falso, el trampantojo resulta, como en tantos otros lugares de este país, obsceno.

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